martes, 22 de julio de 2014

María Magdalena

Si tratamos de saber quién fue Santa María Magdalena, son muchas las referencias que podemos encontrar. Además de lo que de ella se dice en el evangelio podemos relacionarla con todo aquello que se dice (otras figuras evangélicas) que no llevan implícitamente su nombre adherido. Hay quién dice que es la hermana de Marta y Lázaro, otros que apuntan a que es la endemoniada, y otros, que es aquella mujer que limpio los pies de Jesús con sus cabellos y lágrimas…Muchas hipótesis que más o menos cercanas a la realidad no pueden justificarse como “la verdad absoluta”, pues en ningún momento mencionan las escrituras que fuera ella.

María Magdalena fue aquella mujer que estuvo junto a María, la madre de Jesús, en la pasión pero su importancia viene dada por ser la primera persona que vio a Jesús Resucitado en la mañana del Domingo de Resurrección. “Ve y dile a todos lo que has visto”, con esto Jesús la nombra “portadora” de la buena nueva, testigo de su resurrección y testigo de fe. A ella la eligió, como bien dice parte del himno que canta su coro parroquial en su honor: “A ti te eligió como gran testigo de su resurrección, a ti te envió proclamar al mundo este acto de amor”.
Imaginemos lo que supondría para nosotros estar perdidos y no saber qué camino escoger, que vida vivir o cual es el sentido de nuestra existencia; ¿Cuántos errores somos capaces de cometer hasta encontrarnos a nosotros mismos?. Ella fue mujer en busca de la verdad, pero no de cualquier verdad. Mujer en busca de amor, pero no de cualquier amor…Hay un fragmento del cantar de los cantares, cuya lectura se realiza en su día, que dice así: “Me levantaré y rodearé la ciudad, buscaré por las calles y plazas al que ama mi alma, lo busqué, y no lo hallé”

Buscó y busco; y busco en cada rincón de la ciudad, en cada rincón de su corazón…Se humilló buscando en lo peor, hasta caer en un pozo sin fondo, despojada de dignidad. Y cuando encontró al amor de su alma lo siguió, se dejó guiar por él, lo dejó todo por él…Pues al fin y al cabo cuando encontró su tesoro, ya había encontrado todo lo que necesitaba. ¡Qué valentía, qué grandeza y qué gran ejemplo!.

No quiero ni imaginar lo difícil que debió de ser para ella, para los apóstoles y para los que seguían a Jesucristo en aquella época dejarlo todo, TODO por ÉL. A sus familias, sus reputaciones, sus obligaciones, sus trabajos, su dinero, sus casas y todas y cada una de las cosas que durante su vida habían reunido…Tal vez fuera mucho más fácil creer en él por poder verlo predicar y verlo hacer milagros pero qué sacrificio de amor tan grande…

Estoy seguro de que yo no sería capaz de dejarlo todo por él…Si yo hubiese sido uno de sus discípulos no hubiera sido capaz de acompañarlo en su pasión…Tal vez sería como Pedro y lo negaría hasta la saciedad para no condenarme, tal vez sería tan cruel como Judas y lo vendería por 30 monedas de plata…Y aun así ÉL seguiría amándome…

María Magdalena supo responder a ese amor y acompañarlo hasta la cruz. Supo consolar a una madre que lloraba la pérdida cruel e inevitable de su hijo. Supo llorar la muerte de su amado, aquel que había puesto su vida “patas arriba” que había perdonado cada uno de sus pecados, que le había devuelto su dignidad de ser humano sin juzgarla.

Después de reflexionar todo esto no me cabe duda de cuál es la causa por la que la eligió. Ella estuvo ahí cada segundo de su dolorosa redención respondiendo a su amor, por ello la recompensó con ser la primera que lo vió de nuevo vivo. Imaginaos la escena: una mujer que va limpiar el cuerpo de su maestro, a ungirlo de nuevo tras esos tres días en el sepulcro y ve que la piedra esta desplazada, que él ya no está allí, imaginaos su llanto…Y un hombre la llama por su nombre, y es ÉL, ¿cómo reaccionaríamos al verlo resucitado?.



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